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Alguien que anda por aquí

Las desgracias que no suceden lejos

Son las diez de la noche de un día de diario. Estás en casa, supongamos que en pijama. Oyes un crujido, miras una grieta, llaman a la puerta, coges el abrigo, bajas a la calle, de repente todos los vecinos están fuera del edificio y en diez minutos te has quedado sin casa. Te quedas en la acera de enfrente viendo cómo se caen los techos, viendo cómo se abren las paredes, esquivando quizá las piedras de lo que fue tu casa. Estás en la calle con lo puesto rodeado de todos esos con los que te cruzabas en el ascensor sin saber de qué hablar.

Anoche se derrumbó un edificio de viviendas en Madrid y fue tal cual, dicen los propietarios que nunca habían tenido problemas. No hay víctimas gracias a que un vecino se dio cuenta pronto de que eran extraños esos crujidos y fue avisando a todo el bloque: "bajad, que el edificio se hunde", les decía. La causa, dicen, podría estar en las lluvias, que habrían afectado a los cimientos (de un edificio que ha estado en pie cincuenta años, como si no hubiera llovido nunca antes) o las obras en el edificio contiguo (a más de uno se le tendría que caer el pelo por las consecuencias de sus chapuzas).

El caso es que 28 personas se han quedado en la calle con lo puesto, y a ver qué hacen. Yo me pongo en su lugar y tiemblo. Claro que es insignificante e incluso obsceno comparado con lo que están sufriendo en Haití y con los cientos de desgracias cotidianas que padece el planeta, pero así somos, egoístas y egocéntricos, siempre nos preocupa más lo que sentimos más cerca. Lo que podemos reconocer con nuestros ojos porque hemos pisado esa calle, lo que creemos que podría habernos pasado a nosotros, de lo que sentimos que podríamos no habernos librado.

Los otros cataclismos suceden lejos, y no conocemos a nadie que estuviera allí. Ni siquiera cuando hay periodistas en la zona del desastre que nos traen imágenes y testimonios de la barbarie a casa conseguimos indignarnos más allá de unos breves minutos en el mejor de los casos, no lo sufrimos porque no somos capaces de ponernos en su lugar.

 

1 comentario

David Fergar -

Triste... pero es ley de vida. Así es el ser humano. Mientras no nos afecta directamente, no reaccionamos igual.
Aqui en noruega, hay un "chiste", entre comillas, que dice: "¿Qué es lo primero que pregunta un noruego si hay una ecatombe en el otro lado del planeta que ha matado a 300.000 personas?....Dirá: ¿Hay algún noruego entre ellos?".
Y recordemos aquel dicho o poema, creo que de Bertol Brech o algún paisano, que decía algo así.
"Primero fueron a por los comunistas, pero como yo no creo en política, no me afecto.
Luego fueron a por los negros, pero como yo soy blanco, no me afectó.
Luego fueron a por los musulmanos, pero como yo soy cristiano, no me afectó.
Luego fueron a por mí, pero ya era tarde".
No sé si pega exactamente con tu post, pero me ha venido a la cabeza.
:D