Blogia
Alguien que anda por aquí

Majete

Majete

Tuve una vez un perro que estaba enamorado de mí. Majete le llamaban los de la perrera, y tardó un mes en responder a ese nombre cuando ya vivía con nosotros. En realidad, sólo era majete mientras estaba tumbado y quietecito, pero es tan guapo y te miraba con unos ojitos de perro agradecido por haberle rescatado del abandono que cómo ibas a reñirle las perrerías que nos hacía en casa. Nosotros decíamos que era como el estereotipo de rubia tonta, porque no aprendía, parecía masoquista y constantemente se daba golpes, pero se lo disculpábamos todo. Hoy le he visto y me ha reconocido, no ha dejado de morderme la mano mientras estaba en su casa y no se ha bajado de mis rodillas en toda la cena.

El día que me fui, mientras estaba llenando las últimas cajas, se puso a llorar de un modo terrible, no dejaba de aullar y notaba cómo le temblaba el corazón por debajo del pelo. Pero no es por eso por lo que digo que estaba enamorado de mí. Majete estaba enamorado de mí a la manera de las películas de humor estúpido: se chocaba con las cosas mientras me iba siguiendo embelesado por la casa, un par de veces marcó territorio en la puerta de mi habitación y se frotaba conmigo más que con nadie, hasta que un día no pudo más y decidió dejar las indirectas para decirme claramente que quería consumar: me lo encontré una tarde encima de mi cama con una caja de preservativos en la boca, mirándome fijamente mientras yo entraba en la habitación. Juro que estaba sonriendo, el muy pícaro, como quien dice: ¿con esto ya podemos?

 

0 comentarios