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Alguien que anda por aquí

Ayudar a los "pobres vergonzantes"

 

Alguien se podría preguntar que para qué sirven los marqueses, las marquesas, los condes y las condesas hoy en día. El Ministerio de Sanidad y Política Social responde: “para atender a los pobres vergonzantes y ancianos solitarios venidos a menos que vivan solos o en condiciones precarias, con su familia o con personas a quienes también estorban, o en residencias que tienen deficientes condiciones de higiene y en donde además les traten mal”.

Ése es el fin con el que se ha constituido la Fundación Marquesa de Balboa, inscrita en el Registro de Fundaciones del Ministerio de Sanidad y Política Social, y que pretende atender “primero a las mujeres, y preferentemente a las que tuvieron una buena posición, con preferencia a las personas de la condición social que tuvo la  Excma. Sra. Marquesa de Balboa, que necesitan ayuda y no se atreven a solicitarla o no lo consiguen".

A mí esta noticia me ha sonado a esperpento, y cruel por el lenguaje que emplean para justificar sus fines solidarios. Me da que la decisión de crear esta Fundación la han tomado unas señoronas que quieren salvar su conciencia social ayudando a los que fueron de los suyos mientras remueven con sus dedos ensortijados una taza de té, pero es cierto que es un drama real de nuestra sociedad y que no soy yo nadie para opinar sobre lo que cada persona quiere hacer con su dinero.

Por eso me he dado una vuelta por los centenares de comentarios que han dejado los cibernautas sobre esta noticia en los periódicos digitales, y la verdad es que la gente es muy ingeniosa, sus opiniones no tienen desperdicio.

Una lectora apunta que esta situación ya quedaba patente en el tercer amo del Lazarillo de Tormes, con el hidalgo que se ponía migas de pan en la barba para aparentar que había comido.

Hay quienes defienden esta causa porque saben que los que fueron ricos prefieren morirse de hambre antes de reconocer que necesitan ayuda, porque si es duro estar abajo, más duro todavía es caer al suelo desde arriba y “la vanidad y el orgullo no dan de comer”; incluso hay quien contraataca a los “progres de oficio” diciendo que es mejor gastarse el dinero en ayudar a los que tuvieron mala fortuna que en cremas antiedad o en defender la causa de las chinchillas martirizadas.

Pero la mayoría son críticas a esa aristocracia rancia que podría protagonizar una película de Berlanga o un libro de Galdós, denunciando que alguien “anteriormente rico tenga más derecho que un pobre de toda la vida porque ha sido rico”. Hay también a quien le surge el humor para animarnos a colaborar con la causa: “Ponga un ex-rico en su mesa. Sabe usar mejor los cubiertos”.


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