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Alguien que anda por aquí

La Cabina

 

Me molesta que los críticos y los que van de intelectuales se empeñen en ver metáforas en todas partes; que se esfuercen tanto en inventar significados ocultos en las obras de arte. Hoy he visto La Cabina y me ha entusiasmado, pero no creo que sea, como dice su realizador Antonio Mercero, que sea una metáfora de los miedos y ataduras que tenemos las personas.

Dice en la presentación de la película que cada uno tiene que averiguar en qué cabinas está metido (morales, educativas, económicas... que nos aprisionan) para intentar liberarse, que ése es nuestro destino. Claro que todos tenemos nuestras ataduras (de acuerdo si las quiere llamar cabinas) de las que tenemos que liberarnos para ser felices y completos, pero no me ha transmitido eso la película, ni creo que ése sea el significado de su argumento.

La Cabina me ha parecido una película excepcional en sí misma, y punto, sin tener que llegar más allá. Me ha parecido de hecho una película de miedo, no sólo trágica o dramática. Es excepcional la inquietud que provoca en el espectador, el terrible final que se presiente, cómo te involucras con los sentimientos que transmite a la perfección un genial López Vázquez. Es excepcional que lo espeluznante del argumento se perciba tan cotidiano, que sea un terror tan de andar por casa, con la estupidez de quedarse encerrado en una cabina cuando vas a llamar por teléfono.

Lo que pone los pelos de punta es pensar que puedes malograr tu vida de una manera tan tonta, y que no hay remedio ni nadie que te ayude, y que encima tengas que pasar por la impotencia de que nadie quiere (al principio, y luego tampoco pueden) hacer nada, por el agobio de la claustrofobia, por la incertidumbre de tu destino y sobre todo, pasar por la vergüenza de los vecinos que te ven como un mono de circo y montan otro circo a tu alrededor, con esos vendedores y limpiabotas que surgen del tumulto, las vecinas haciendo calceta en un banco del parque y chillándoles a los que no les dejan ver, y la señorona que se pone en primera fila en mitad del patio, sentada en un sillón que le trae un lacayo. Éso sí que es un gran acierto, qué bien está reflejada esta sociedad nuestra que se entromete en todo y se aprovecha siempre de la ocasión.

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