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Alguien que anda por aquí

Cuando nada importa delinquir

Qué pena no haber tenido una cámara de fotos a mano anoche cuando vi a una pareja de policías municipales en el centro de la plaza de Santa Ana, rodeados de jóvenes haciendo impunemente botellón. ¿No estaba prohibido beber en la calle? ¿No aprobaron una ley hace ocho años en la Comunidad de Madrid para que los jóvenes borrachos no molestaran el descanso de los vecinos y dejaran las calles y plazas hechas un asco?

No es que me preocupe en exceso el hecho de que los jóvenes beban en la calle, incluso llego a entenderlo perfectamente (dentro de un comportamiento cívico) por los precios abusivos que pagamos por el garrafón inmundo que te ponen en los bares, pero lo que me parece incomprensible es esa desidia policial, sobre todo cuando en otras ocasiones he visto a una pareja de policías multando a un joven que iba andando con una lata de cerveza en la mano por Malasaña.

Si hay una ley, lo mínimo sería exigir a la policía que se moleste en pedir que la gente la cumpla. No digo ya que se líen a poner sanciones, porque según he estado leyendo, el 90 por ciento de los expedientes por botellón no llegan ni a tramitarse (en la Comunidad de Madrid se pusieron el año pasado 45.000 sanciones y llegaron a cursarse 7.000). Quizá es por eso por lo que no actuaban los policías de ayer, porque saben que no tiene sentido amenazar con unas represalias inexistentes.

Me consta que eso mismo les pasa a muchos policías y guardias civiles, que se chocan con la inutilidad de su trabajo cuando ven que los delincuentes que ellos se molestan en capturar están a los dos días paseando tranquilamente (y a menudo volviendo a sembrar el terror alegremente) por la calle, respaldados y protegidos por un código penal y unas leyes que no se sostienen en el mundo real.


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