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Alguien que anda por aquí

Con la gestapo en los talones

Voy a ver si lo puedo contar objetivamente, sin juicios de valor, en orden cronológico y sin poner el grito en el cielo generalizando el ataque contra todos esos jefes de prensa que torpedean nuestra labor.

 

Hay al suroeste de la Comunidad de Madrid un pueblito llamado El Álamo cuyo alcalde ha decidido presentar su dimisión a un año de acabar la legislatura. Como no ha querido explicar públicamente los motivos y las informaciones que salen al respecto son contradictorias (que si es por razones estrictamente personales, que si está cansado, que si le han llamado del partido a estas alturas de la vida y siendo un don nadie para desempeñar otro cargo, que si ha sido él quien ha pedido que le asciendan y así sin más le van a hacer caso), esta mañana un compañero y yo nos hemos pegado el madrugón para asistir al pleno en el que se hacía oficial la dimisión, pensando (ingenuos nosotros) que iba a dar explicaciones, soltar un discursito agradeciendo a sus concejales los servicios prestados, diciendo que seguirá trabajando por el pueblo ya que seguirá cobrando como concejal, etcétera.

 

Pero el pleno ha durado menos de un minuto: lectura del acta y ya. Le hemos perseguido a lo Belén Esteban para que nos contara pero no quería hablar. Se lleva el “no hago declaraciones”, debe uno sentirse importante diciéndolo por encima del hombro mientras sube una escalera.

 

Bueno, nos habíamos recorrido 47 kilómetros para ser testigos de ese menos-de-un-minuto de gloria, y era raro que no quisiera siquiera leer públicamente un comunicado (sin preguntas, con qué poco nos conformamos ya), así que nos hemos dedicado a preguntar a los vecinos en la plaza del Ayuntamiento qué les parecía que el alcalde dimitiera a un año de acabar la legislatura. Habla pueblo, habla. Era noticioso conocer ’qué siente el pueblo’ y además, algún sonido había que meter en las crónicas radiofónicas.

 

 

Mi primer objetivo eran tres señoras de las que me gusta a mí entrevistar, de las que están paradas en medio de la plaza de charla, con el carro de la compra, porque ésas siempre quieren hablar y de todo opinan, sepan o no, como era el caso. Porque no tenían ni idea, tampoco es que les importara demasiado, respondían casi lo mismo que yo les preguntaba y se fueron yendo poco a poco, hasta que me quedé sólo con una, hablando sobre lo que se había hecho en el pueblo y lo que no durante la legislatura. Ni siquiera era crítica con el alcalde la señora.

 

Pero después de cuatro minutos hablando (está grabado) en medio de la conversación dice la señora: “está ahí en la ventana el alcalde saliente, mirando cómo hablo con la radio”. Yo le contesto que a él ya le he intentado preguntar lo mismo y no ha querido hablar. Justo entonces ha salido del Ayuntamiento un tipo con traje, corbata y gafas de sol, se ha acercado directamente a la señora a la que yo estaba grabando y sin mirarme ni de reojo ha dicho: “hola buenos días señora, venga, que le voy a comentar una cosita”. Y se la ha llevado, sin más.

 

Ladran, luego cabalgamos. El tipo no iba a ser capaz de ahuyentar a toda la gente que pasaba en ese momento por la plaza, así que he seguido preguntando (ya con mi compañero) a vecinos, y una nos ha dicho que si a ese alcalde lo llamaban ’Don Limpio’ porque dejaba limpia la caja, otra que si decían que estaba liado con una concejala, otro que si no se lleva bien con sus concejales... la mayoría, eso sí, que no tenían ni idea ni querían hablar de lo que se comentaba en el pueblo, pero que debería explicarse para detener los rumores. Que al menos esquive el bulto con una mentirijilla del tipo “quiero dedicarme a mi familia”. Es un cargo público y se debe a los vecinos que le han votado y pagado el sueldo estos tres años. Que diga por qué se marcha y que se vaya en paz. Él sabrá por qué ha decidido no hacerlo, si es una casualidad que mientras estábamos preguntando en la plaza se haya bajado a una terraza a tomarse un café con otra concejala, siguiéndonos con la mirada.

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