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Alguien que anda por aquí

El desorden de los trasteros

Dice mi compañera de piso que es síndrome de diógenes, pero yo más bien diría que soy una romántica. Claro que seguramente todos los locos tengan una excusa. No necesito demasiado para vivir, pero paradójicamente lo guardo todo, soy incapaz de tirar nada.

Cómo no voy a guardar las dos cajas llenas de postales de los lugares que he visitado y de los lugares en los que nunca he estado. Gracias a ellas tengo el recuerdo de los paisajes que no he visto aún pero espero ver.

Cómo voy a tirar la colección de sellos que heredé de mi madre y que hice con tanta ilusión en algún momento de mi vida, no recuerdo ahora cuál (de hecho, ni siquiera me acordaba de que coleccionara sellos).

Qué clase de desalmada sería si me desprendiera de las montañas de cartas manuscritas que guardo, de amores infantiles y de amigos de cada pueblo en el que viví, las amistades esporádicas de cada lugar donde veraneé, aunque ahora lea algún remite y no sea capaz de ponerle fecha ni cara.

Cómo no atesorar ese pendiente desparejado que te regaló alguien que fue tu pareja, esa pulsera idéntica a la que tenía tu mejor amiga del pasado, esa corteza del árbol centenario bajo el que perdiste tantas tardes a su sombra, esa foto de carné muy seria de una persona que siempre se estaba riendo, ese diario insulso con espantosas faltas de ortografía, esos pétalos secos de mi primer ramo de flores, el llavero hortera que me trajeron de Nueva York y que parecía en su momento el colmo de la modernidad, ese pisapapeles de escayola que me regalaron cuando participé en un certamen de cuentos en Argentina, ese dibujo de una sirena con la caricatura de mi cara, esa corona de princesa con luces de neón de una noche en un karaoke decadente, mi primer carné de una biblioteca, ese cuaderno de notas de mi profesor favorito, esos apuntes tan interesantes que me hicieron sufrir tanto durante la carrera, esas horribles fotos de la adolescencia, esas margaritas de plástico de una fiesta hawaiana, el trozo de pancarta que una vez llevé al aeropuerto...

Nadie dijo que fuera necesario mantener el orden en los trasteros... Eso sí, a este ritmo de acumulación, soy consciente de que no conseguiré ayuda de amigos para mi siguiente mudanza...

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