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Alguien que anda por aquí

A vueltas con la sinceridad

Yo siempre he creído que la sinceridad no está reñida con el misterio. A veces no es necesario contarlo todo, puede ser incluso dañino. Para mí, ser sincera no significa contar toda la verdad siempre, sino que todo lo que cuentes sea verdad. Quizá lo pienso porque en cierto modo soy como Daniela la de la canción de Pedro Guerra, Daniela que por dentro está llena de puertas, unas cerradas, otras abiertas.

 

Pero siempre que abro una puerta la abro de verdad, y no me gusta cerrarlas en falso. También intento siempre llamar a las cosas por su nombre; si digo “amor” lo digo sintiéndolo, si digo “odio” es porque me está hirviendo la sangre. Por eso no me gusta la gente que a cualquiera le llama “cariño”, por ejemplo.

 

Me gusta la sinceridad y apuesto siempre por ella, confío en sus efectos beneficiosos, aunque también creo que a veces, para soportar las verdades inamovibles de este mundo, necesitamos escuchar las “mentiras piadosas” que cantaba Sabina. Aunque sólo sea por mantener viva la llama del misterio que atrae y seduce, aunque sólo sea cuando esas verdades duelen y nadie nos las ha pedido.


Me ha dado por pensar en todo esto al leer la frase diaria que me ha mandado hoy una amiga al correo electrónico, la dijo Ernesto Sábato: “Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más”.

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