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Alguien que anda por aquí

Mar de fueguitos en la Noche de San Juan

“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.

Pienso en este fabuloso cuento de Eduardo Galeano al mirar desde arriba hacia el parque de la Cornisa de Madrid en la Noche de San Juan, después de haber quemado mis tres deseos y saltado siete veces una hoguera. Es literalmente un mar de fueguitos, un remolino de gente que brilla con su luz propia en torno a decenas de hogueras, en esta noche mágica en la que se queman los malos momentos del pasado año y nos envuelven los buenos augurios.

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