Blogia
Alguien que anda por aquí

Vuelta a la infancia

Vuelvo a la infancia pero a sus peores momentos, a los tiempos del agua oxigenada que escuece, las tiritas y las magulladuras. No es que hoy me haya dado un ataque de nostalgia, lo que pasa es que me acabo de quedar a cuatro patas en medio de la calle y por una vez la culpa no ha sido de mi torpeza sino de la lluvia, que por si no os habíais dado cuenta ¡resbala!. También ha sido culpa de las prisas, que la verdad, no tenía, pero es que no sé caminar de otra manera que no sea rápido y a zancadas.

 

Ahora me duele una rodilla al andar, la otra la tengo magullada, las palmas de las manos doloridas y el pantalón vaquero que mejor me queda roto, que es lo que más me duele, porque odio ir de compras y además ya no se llevan los pantalones que a mí me gustan, ya no se venden más que pitillos, no sé por qué.

 

Así, magullada y todo, me he ido directa a mi destino y me he metido en la peluquería, porque hoy tengo un día tonto, de esos días en que los espejos no te devuelven la imagen que buscas. Además, me hacía falta desde hacía tiempo cortarme el pelo pero lo he ido dejando por pereza, porque, como a Neruda, no me gustan las peluquerías ni esa extraña sensación de tener que darle conversación a las peluqueras.

 

Afortunadamente (regalos de la vida en compensación por el mal rato anterior) me he encontrado con una peluquera simpatiquísima con la que daba gusto conversar, y de la manera más tonta hemos empezado a hablar de torpezas y despistes. Ella alucinaba con mis anécdotas, aunque la verdad, no eran para tanto, pues me he cuidado de no contar las más vergonzosas por aquello del pudor con los desconocidos, o por mantener una cierta imagen pública quizá.

 

En realidad, mis despistes y torpezas no eran para tanto en comparación con los suyos, mucho más escandalosos, o no me digáis que no es terrible llegar al punto de caerse en las escaleras del metro sin haberse tropezado, sólo porque vas tan despistada que se te olvida avanzar un pie antes que el otro. Y todo porque andaba en una mala época; vivió, según me ha contado, durante cuatro años con un chico del que no estaba enamorada desde el primer mes, pero al que no quería dejar por no darle la razón a su madre.

1 comentario

Laura -

No sé con qué parte: si con la imagen de una Ele con los vaqueros rotos y hasta las narices o con la idea de que alguien aguante a otro tanto tiempo por no darle la razón a una madre!!! qué grande! y no te preocupes, cuando quieras vamos juntas a por vaqueros ;-)