Blogia
Alguien que anda por aquí

Cosas que vuelan y no regresan

Esta tarde he perdido una de las cortinas de mi habitación. Ha salido volando con el viento fresco, para que luego digan del bochorno de agosto en Madrid. No sé cómo ha sido el vuelo de mi cortina voladora, no la he visto marcharse ni se ha despedido. De repente me he dado cuenta de que la ventana estaba abierta y de que la otra cortina se había quedado triste y desparejada...

 

Me he echado a las calles a buscarla, pero es difícil encontrar una cortina voladora. Tampoco puedes llamarla a gritos ni preguntar a los transeúntes por ella, aunque sé de una que tendió una toalla en la terraza del hotel y al ver cómo se la llevaba el viento, bajó corriendo a la recepción y le preguntó al mozo: “¿perdone, ha visto usted pasar por aquí una toalla voladora?”.

 

Inconscientemente he echado a volar una cortina por el cielo de Madrid y recuerdo el día que eché a volar decenas de margaritas de papel. Íbamos a una fiesta de la primavera (qué época aquélla en que todas nuestras fiestas eran temáticas y a cual más absurda, lo celebrábamos todo y a lo grande) y una amiga y yo decidimos disfrazar incluso al coche con el que llegaríamos a la fiesta.


Estuvimos toda la tarde dibujando margaritas de cartulina de diferentes tamaños, recortándolas y pegándolas en el exterior del coche, con todo nuestro entusiasmo, pero en cuanto salimos del garaje poco a poco fueron echándose a volar. Se iban despegando según cogíamos velocidad y no sé ya si llegó alguna viva a la fiesta. Fue un chasco bajarse del coche y encontrárnoslo pelado, vestido de normal, pero también debió de ser bonito dejar toda la Castellana regada de margaritas.

 

Quién sabe quién se tropezaría con una de nuestras margaritas, en qué momento le cayó en las manos y con quién iría acompañada. Quiero pensar que a alguien encontrarse con nuestras margaritas le alegró el paseo, que por unos instantes a alguien le dibujamos una sonrisa en la cara.

4 comentarios

Laura -

Si hablamos de la misma fiesta, creo tener pruebas de que al menos dos de esas margaritas llegaron a su destino e hicieron felices no sólo a los transeuntes despistados que no las esperaban.

Elena -

No se si a alguien se le alegro el día al caersele encima una de esas margaritas,pero me encanto ver contigo como volaban. Mil besos desde Ramallah.

aveal -

Leo, leo y no paro de sorprenderme.... me sorprende que hayas tardado tanto en decirme lo del blog!! Como veo que te expresas mejor con cuentos y relatos, la próxima vez me mandas un e-mail que diga: "Érase una vez una persona que empezó a escribir en un blog..." y yo pillaré la indirecta :-)

En fin, ya sabía yo, aquella tarde que tanto lloré porque te ibas a Madrid a estudiar a la universidad, que algo se me rompía por dentro. Te quiero como a una hermana pero a veces te siento como a una extraña... es lo que tiene la lejanía y el vernos cada 3 ó 4 meses; te pierdes el día a día, esas pequeñas cosas que te unen a los tuyos, buenas y malas. Pero bueno, siempre lo he dicho y siempre lo diré: eres la mejor persona que he conocido.

Gracias a este blog te sentiré algo más cerca... es impresionante, en cada uno de los relatos se refleja algo de ti, de tu manera de pensar, ver y sentir las cosas; me encanta!. Sigue así gallinita!

Anónimo -

Eso te pasa por tener cortinas en casa. A mí nunca me podría suceder algo así, jajajajaja. Besos.