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Alguien que anda por aquí

Un hombre con bigote aporrea mi puerta

Hoy a las ocho y media de la mañana he entrado en un local cochambroso de tipos rudos y calendarios de tías en bolas. Estaba desesperada, parecía el único lugar donde me podían echar una mano a esas horas para cubrir mi necesidad. Y efectivamente me han echado una mano de buena gana, si es que para nada sirven los prejuicios. Era un taller de puertas, verjas y persianas, algo de cerraduras también ponía en el cartel.

 

Un hombre sucio, calvo y con bigote me ha acompañado hasta mi casa y ha estado más de media hora aporreando la puerta, haciendo temblar toda la pared del rellano, hasta que he conseguido entrar. Como un caballero me ha cedido el paso, me ha hecho un apaño en la puerta para que no volviera a encajarse la cerradura y con una sonrisa de macho satisfecho se ha marchado, después de susurrar algo sobre cómo somos las tías, que no tenemos en casa ni un destornillador.

 

A mí la verdad es que no me molesta encajar en el estereotipo de hembra débil, ni que hagan comentarios machistas cuando realmente tienen razón. Como aquél día que conseguí con cara de niña desamparada y torpe que dos policías se agacharan junto a mi coche para cambiarme una rueda. Refunfuñaban y seguro que pensaron “mujer tenías que ser”, pero me dio igual, que pensaran lo que quisieran de mí, llegaba tarde a una entrevista de trabajo y estaba formando un monumental atasco con mi coche atravesado en mitad de una calle.

 

Lo positivo de todo esto es que hay gente dispuesta a ayudar sin esperar nada a cambio en esta inhóspita ciudad. A veces a regañadientes, pero hoy de buena gana. Antes del señor con bigote, en una gasolinera, un grupo de desconocidos con prisa se ha detenido a darme consejos, uno incluso se ha ido a buscar en su coche algo que me pudiera ayudar a abrir la puerta, empeñado en que no llamara a un cerrajero porque me iba a costar muy caro, y después la camarera de un bar que nunca había pisado me ha dado un bote de 3 en 1 con una sonrisa y un “ya me lo devolverás”.


Estas cosas pasan en Madrid. Claro que también hay gente que va a lo suyo, que no se paran a echar una mano ni al que vive puerta con puerta. Lo digo porque hoy también me he dado cuenta de que vivo en un edificio rodeada de cadáveres. Porque si no están todos muertos, cómo se explica que nadie se escandalizara anoche ni esta mañana con el ruido y los golpes que hemos dado intentando abrir la puerta, cómo es posible que un señor aporree mi puerta durante más de media hora a las ocho y media de la mañana y nadie haya asomado el hocico ¡ni para cotillear! Desde luego, ahora sé que nadie va a dar la voz de alarma si algún día entran a robarme, ¡y yo preocupándome por no molestar a los vecinos cuando hemos organizado alguna fiesta!





1 comentario

Mastropiero -

Pueden entrar en tu casa y bajar tranquilamente por la escalera la tele, el ordenador, los sillones, etc y nadie diría nada. Es alucinante. Por otro lado, tranquila que no te entran a robar. Con esa puerta tan complicada de abrir...