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Alguien que anda por aquí

La culpable de todo esto

Ella se sumerge en el vagón de metro y para entretener el viaje va tejiendo conversaciones imaginarias. Pesca el recuerdo de una tarde lluviosa en Londres frente a una taza de café en un sillón de orejas, de la noche que pasó oculta tras una columna escuchando un concierto, de una despedida en el aeropuerto con lágrimas de secado rápido, de una bienvenida con flores amarillas, de las horas muertas dentro de un coche aparcado en doble fila, de una mañana de domingo de risas interminables...

Qué más da 8 que 80”, y viaja pensando en la noche que echó a rodar todo esto, en las llamadas telefónicas truncadas y en las infinitas, en las margaritas volando por la ciudad y en los limpiadores de estrellas, en los que ven atardeceres cuando están tristes y en los zorros domesticados.

Siente pescaditos dorados iluminándose dentro de su sangre y los cuida para que vivan siempre. Se le nublan a menudo los ojos y el parpadeo asemeja el aleteo de una mariposa. Abre la ventana y deja entrar en su casa una bocanada de flores. Cuando es necesario saca las alas de ángel que lleva ocultas en la espalda y es capaz de hacer que le salgan los dientes a un dinosaurio recién nacido. Sumergida en las entrañas de la ciudad, continúa hilando recuerdos y una sonrisa se le dibuja en la boca, que suele tener llena de peces.



2 comentarios

J-M -

me gusta mucho tu cápsula

La culpable -

En ese mismo vagón, junto a ella, se sienta Ella, la única que ve esas alas saliendo de una simple espalda, o más bien, la que consigue sacar lo mejor de mi, gracias a un cariño infinito y una admiración mutua, que viene ya de lejos y que lejos de borrarse, cada día se vuelve más distinta y mas intensa.
Ya no se oye el motor del coche en doble fila como hilo musical de nuestras conversaciones, ya no nos peleamos con una cafetera para aguantar noches de estudio, ya no vagamos a las 9 de la mañana por Madrid sin haber dormido, ni nos disfrazamos mas de lo estrictamente necesario, y nuestras listas de propósitos de nuevo año nada tienen que ver con las de entonces. Ya estamos viviendo en ese momento que nos imaginábamos como sería.
No se si tiene mucho que ver con lo que nos imaginábamos pero una cosa si que se ha cumplido y es que seguimos en el mismo vagón sentadas la una junta a la otra, hablando el mismo idioma, que se convierte en carcajadas o en gritos en función del momento y cogiéndonos la mano si se nos escapa alguna lágrima. Las dos, domesticadas mutuamente a fuerza de tanto cariño.