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Alguien que anda por aquí

Adónde irán las preguntas que no hacemos

Un día, mientras estaba yo esperando al autobús en la calle, se me acercó una chica y me preguntó con acento argentino si tenía la cara sucia. Yo me quedé mirándola extrañada, porque la verdad es que la chica era guapísima e iba impecablemente maquillada, así que le dije que no se preocupara, que estaba bien, y entonces ella, con una media sonrisa, me confesó que me hacía la pregunta porque había estado llorando.

En ese momento llegó el autobús, en silencio las dos nos subimos, cada una tomó asiento en un lugar y llegamos a nuestro destino, no pasó nada más. Han pasado muchos años desde aquéllo y aún me pregunto por qué no fui capaz de decirle nada. Claro que era una desconocida, pero era una desconocida que me acababa de confesar que había estado llorando y yo no supe qué contestar.

Podría haberle ofrecido un pañuelo, preguntarle si ya se encontraba bien, si podía ayudarla en algo, si quería tomar un café... puede que entonces ella me hubiera contestado que me metiera en mis asuntos, pero quizá un gesto amable por mi parte le habría sentado bien.

Tiene que pesar más esa segunda posibilidad, la de hacer algo bueno por alguien aunque ni siquiera sea un ser querido. Está en nuestra mano, con gestos muy sencillos, hacer que se sientan bien las personas que nos rodean. Yo creo que todo en esta vida está entrelazado, que cualquier gesto tiene consecuencias.

Si yo le cedo el paso a una persona en el autobús con una sonrisa, esa persona irá dentro de lo que cabe de buen humor a trabajar y atenderá mejor sus gestiones y llegará más relajada a casa y tendrá ánimo para jugar un rato con sus hijos, por ejemplo.

Si esa persona empieza el día con una chica que de malos modos le entorpece el paso porque está pagando el mal humor que le produce madrugar, por ejemplo, empezará la jornada refunfuñando y será más fácil que a partir de ahí todo se vaya retorciendo.

Por eso tenía que haberle dicho algo amable a aquella chica argentina que me encontré en la parada del autobús. Demasiadas veces no hacemos gestos amables hacia otras personas que pueden contribuir a crear un mundo mejor. Siempre me ha gustado la canción de Víctor Manuel que se pregunta adónde irán los besos que guardamos, dónde se irá ese abrazo si no llegas nunca a darlo.

También hay que atreverse a preguntar más, perder los miedos y la vergüenza, explicarnos, abandonar misterios y absurdos pudores. A veces ni siquiera nos atrevemos a preguntar por miedo a la respuesta, por temor a incomodar, pero creo que siempre es positivo intentarlo, porque si fracasamos, lo peor que nos puede pasar es que nos quedemos igual.

5 comentarios

Elena -

Pensativo y melancólico NO, David!!
Adelante con esa cadena de buen rollo y adelante también con los besos, los abrazos y las preguntas!
Me alegro de que hayas regresado, ya pensaba que el frío de Noruega te había cortado la conexión a mi blog... ¡bienvenido! Un placer y un honor volver a verte por aquí...

David Fergar -

ya estoy de vuelta despues de meses!!!
KARMA!! no puedo estar más de acuerdo. todo lo que haces bien a otros te viene de vuelta. No nos cortemos, sobre todo, que no existan los besos que no damos. No te quedes con ninguno.
Siempre genial tus textos y siempre dejandome pensativo y melancólico. sigue asi :)

Viajero -

¡Cuanta razón tienes! Y yo también creo en esa "cadena de buen rollo" que está a nuestro alcance. Qué pena que siempre alguien nos la estropee con un mal gesto, una mala contestación, etc.

Elena -

Jajaja! la verdad es que no iba por ti, pero me alegro de que te des por aludida, y espero ver un cambio de actitud por tu parte... estaré atenta!!

Laura -

Valeeee, me doy por aludida en la parte que me toca ;-)