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Alguien que anda por aquí

Lo mejor es ser sal y pimienta

Tenemos la solución para evitar los suicidios sentimentales de los que hablaba el otro día, para que aprendamos a huir del masoquismo en las relaciones de pareja: los hombres deberían venir con etiqueta.

Una etiqueta que precise, en primer lugar, si el tipo en cuestión está soltero o no (para evitar sorpresas desagradables a veces meses después). Si no está soltero, la etiqueta debería indicar el nivel de consolidación de su relación actual (esto es, si hace aguas o no hay armas de mujer que la derriben).

Claro que si está soltero, la etiqueta tendría que ser larguísima, que explicite todo tipo de propiedades del sujeto: nivel de tolerancia al agobio, grado de valoración de su libertad individual e intransferible, número de pasos conjuntos máximos antes de agobiarse, etcétera.

Y por supuesto, sus contraindicaciones. Por ejemplo: abstenerse histéricas del matrimonio. O bien: Acaba de salir de una relación, en cuyo caso, debería indicar la fecha de caducidad del duelo y el número de tiritas previas o necesarias para superarlo.

Etiquetas, sí, como los alimentos, para saber cuándo debemos consumirlos y el modo de preparación. Para saber si hacer un guiso elaborado, a fuego lento, meterlo directamente en el micro o mejor consumirlo frío.

Porque hay hombres que se te caducan mientras los cocinas, otros que te repiten y llaman insistentemente sin que quieras volver a saber nada de ellos y otros que no sabes si una vez elaborado el guiso es conveniente guardarlo en un tupper y congelar para otro día, tirar los restos a la basura o reciclarlo para tus amigas.

Las etiquetas deberían venir de serie para los hombres que son como esos productos que tienen muchos más ingredientes de los que te esperas, frascos que no tienen caducidad pero luego están podridos por dentro, paquetes como los de los caramelos que dice que son de todos los colores y después de venderte ese universo multicolor de sabores cítricos excitantes no hay más que caramelos de aburrida naranja, y también hay hombres que son como las bolsas de patatas fritas, que cerradas parece que están a rebosar pero luego se desinflan enseguida y ves que hay la mitad de lo que te esperas.

Con estas sencillas indicaciones, sabríamos a qué atenernos para que luego nosotras decidamos si vale la pena entregarse o no. Nos ayudaría también a saber, por ejemplo, cuándo es el momento adecuado para presentárselo a nuestros amigos (para evitar que le cojan cariño innecesariamente) o cuánto debemos molestarnos en preparar su regalo de cumpleaños.

Así podríamos desterrar la típica frase para ligar de si estudias o trabajas, porque lo interesante sería saber cuándo caducas. Porque las personas, en cuanto a relación de pareja se refiere, podemos ser huevos, que duran 20 días, latas de fabada, que caducan a los dos años, o especias, que duran para toda la vida: lo mejor es ser sal y pimienta.

4 comentarios

Alguien que leyó lo que ponía por aquí -

También están aquellos que vienen con una etiqueta tan complicada que a ver cómo la descifras... puf!y luego no sabes muy bien a qué saben exactamente... Por no hablar de los que tienen muy buena pinta una vez emplatados y cuando los pruebas... en fin! ¡TODAVÍA NO ESTABAN MADUROS!!!!!

Carolina -

Joder, a mi tocan todos los caducados y a este paso me caduco yo!!!!

Laura -

A mí me gustan los caramelos de naranja!

Alf -

Una vez más te has superado. Me encanta lo de la bolsa de patatas fritas jajaja. De todos modos los hombres somos tan tan simples que lo mejor es consumir mientras estemos calientes y eso que te has llevado para el buche, si luego quieres repetir simplemente vete al super a comprar mas!