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Alguien que anda por aquí

Atrévete

Ella estaba mirando por la ventana y tomando un café sentada en la mesa de un bar cuando notó que un chico, desde la barra, la estaba mirando. Era guapo, tenía cara de buena gente, parecía simpático y muy interesado. Al poco rato él se levantó de su taburete, se acercó hasta ella y le preguntó la hora, mirándola fijamente a los ojos y tocándole el brazo. No hablaron de nada más, pero a ella le había gustado, tanto, que antes de marcharse de la cafetería le hizo llegar un papel con su número de teléfono anotado.

En realidad, fue ya en la calle, al sentir el frío y el ajetreo de desconocidos que pasaban por la acera, cuando se dio cuenta de que no quería dejar pasar esa oportunidad, y se dio la vuelta para pedirle a la camarera que le diera el papel al chico, que seguía acodado en la barra. Al poco tiempo ella recibió un mensaje al móvil y era él; le decía que muchas gracias pero que no iba a quedar con ella porque era gay.

¡Horror! ¡vaya vergüenza!” Pensó más de uno al conocer esta historia. Pero yo sigo apoyando a esa chica y creyendo que hizo muy bien, que ojalá no se le hayan quitado las ganas de seguir intentándolo. Porque al fin y al cabo, qué importa que ese chico pensara que ella era una presumida por haber creído que la miraba con deseo, si no le va a volver a ver ni tiene que darle explicaciones.

Ella se habrá quedado igual después de intentarlo, es decir, sin cita, sin la oportunidad de conocer a ese chico que creía interesante, pero no ha perdido nada, podía haber ganado mucho y seguro que el chico se sintió halagado. Ella sólo ha pasado un minuto de desilusión o de vergüenza y en cambio al chico le alegró la tarde, le entretuvo la espera en la cafetería y le dio, como poco, una buena anécdota para contar.



1 comentario

Alf -

La verdad es que cuesta tan poco halagar a una persona y seguramente la alegres la tarde que tienes toda la razón Ele. El amor es un juego y si no lanzas los dados por miedo a perder te es imposible ganar