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Alguien que anda por aquí

Modales de ciudad

Hoy me ha saludado un chico que entraba en el metro. Con intención de nada, solo porque estábamos allí. He tenido que apartarme de las puertas para que pasara. Traía cara de sueño, venía como de dormir, con una pesada bolsa que ha echado a sus pies. Su “hola” era más bien un “¿me dejas?” pero me ha hecho pensar en los modales que hemos perdido en la ciudad.

Hay países en los que saludas cuando compartes un banco. Eso ya no se hace aquí. Ni siquiera nos saludamos con ganas cuando nos cruzamos en los edificios, yo por ejemplo en mi trabajo nunca sé qué decir cuando me encuentro con alguien en los pasillos. Si estoy entrando porque comienzo mi turno digo “hola”, pero suele pasar que la otra persona está saliendo y me responde “adiós”.

En las escaleras me pasa lo mismo cada vez que subo a por un café, nunca sé si es el que sube o el que baja quien tiene que decir adiós. Se resolvería todo con un “buenas tardes”, que sirve igual de entrada que de salida, pero parece demasiado formal. El problema es que suelen cruzarse los saludos, y tú puedes estar diciendo “buenos días” al mismo tiempo que el otro responde “hasta luego”, lo que podría tomarse como una ofensa personal.

Es más incómodo cuando medio conoces a la persona y de pasada le preguntas “qué tal”. Corres entonces el riesgo de que te conteste y no haya recorrido de conversación. Tampoco está bien contestar a un “qué tal” con un “bien” a secas, qué menos que preguntar “¿y tú?”. Te ves entonces obligada a contarle qué tal estás a alguien a quien realmente no le importa como estés y a quien tú tampoco tienes especial interés en informar.

Luego hay gente como mi portera, que de puro simpática no entiende de educación. Hoy he llegado chorreando de la piscina y he estado 15 minutos retenida en el rellano oyéndola sin parar. Tiene una facilidad inaudita para enlazar temas sin que metas baza. Le basta con un “ajá”, y no le importa verte cargado de bolsas, con cara de prisa o el pescado a medio descongelar.

Lo bueno es que su verborrea ha creado una complicidad bonita entre los vecinos; cuando vemos a uno de los nuestros enganchado a su conversación hacemos algún comentario de pasada para darle un respiro y que pueda escaparse, o sujetamos la puerta del ascensor para invitarle a subir. Nos echamos miradas de agradecimiento cuando estamos ya fuera de peligro, cuando hemos conseguido huir de su monólogo, y nos reconciliamos entonces con estos modales de ciudad.

 

2 comentarios

Laura del Río Leopoldo -

La escena de la portera con incontinencia verbal me recuerda a otras parecidas de Vallekas... ejem... :-P

Alba -

Habéis construido un frente antiverborreicoporteril!!!Me encanta!!!Un gusto leerte amiga...