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Alguien que anda por aquí

De vuelta

Hoy debería escribir sobre lo deprimente que es volver de vacaciones y encontrarse la nevera tiritando y el correo acumulado y el eco en la despensa y toda esa ropa por lavar... anoche estaba pataleando como una niña pequeña que se niega a atravesar la puerta del colegio, porque no quería ir a trabajar y me daba muchísima pereza ir a trabajar y no tenía realmente ninguna gana de ir a trabajar y no era capaz de encontrar ni un solo motivo para ir a trabajar... pero claro, he ido a trabajar. Eso sí, después de quedarme un rato mirando el despertador sin entender nada, diciendo para mis adentros: “¿y éste qué quiere de mí a estas horas?

 

Así que he comenzado la jornada laboral tarde y a trompicones, porque medio minuto antes de entrar en directo para contar los encierros de Leganés, mi entrevistado me ha dejado colgada para ponerse a hablar por teléfono. Yo tenía la mente totalmente en blanco; mi plan era presentarle, preguntarle qué tal habían ido, dejarle hablar durante tres minutos seguidos y despedir tranquilamente la conexión, pero la radio no se puede quedar en silencio, así que de alguna manera he conseguido hablar yo sola de un encierro que no había visto durante el tiempo que el tipo ha terminado en atender la llamada, mientras le lanzaba miradas de odio (cuando no me miraba) y de súplica (cuando me miraba).

En todo eso puede estar pensando una sola cabeza a la vez. No está bien, pero yo siempre digo que lo mejor que me enseñaron en cinco años de carrera es a rellenar un folio en blanco, poder hablar de cualquier cosa sin tener ni idea. Hablar de lo que no sabes con estilo, que diría una amiga periodista.

 

Pero a partir de ahí he ganado confianza, me he reconciliado con el mundo y con mi profesión y todo ha empezado a salir rodado, ya todo eran personas amables, gente predispuesta a colaborar, cosas bien hechas en tiempo y forma y adversidades superadas, ya digo yo que la vida no es para tanto y que me ha tocado una buena estrella.

 

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