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Alguien que anda por aquí

Me preguntaba por qué

 

Por qué te atrae quien te atrae. Cuando me vine a vivir a Madrid, compartía habitación con una chica en una residencia de estudiantes. Con una completa desconocida, y ni siquiera tenía un rincón solo para mí, ningún espacio para la intimidad. Se llamaba igual que yo, pero el nombre era lo único que teníamos en común.

 

No podía haber nadie más opuesto a mí en forma de ser y en cuestiones prácticas: ella era terriblemente madrugadora y yo una noctámbula empedernida, ella adoraba la música que yo detestaba... pero es que Elena, además, odiaba leer. No es que no tuviera el hábito de la lectura, es que no daba crédito cuando me veía con un libro entre las manos, me preguntaba por qué. ¿Por qué lees?, me decía.

 

Yo lo que me preguntaba y aún me pregunto es cómo pudimos vivir dos años juntas y llevarnos tan bien. Jamás tuvimos una discusión, ningún problema. Nunca pensamos en cambiarnos de habitación, en probar a convivir con otras compañeras de las que nos habíamos hecho amigas. Nos teníamos mucho cariño, de alguna manera extraña, estábamos a gusto juntas. Tan separadas pero juntas. Viéndonos la una a la otra como bichos raros, pero juntas.

 

No echábamos de menos escuchar música sin los cascos. Nos acostumbramos sin pesar a ser sigilosas para no despertar a la otra, ella por las mañanas y yo por las noches. Ella se perfumaba en el pasillo, fuera de la habitación, y lo hacía riéndose de que a mí me pareciera apestosa una colonia tan cara.

 

Me acuerdo de ella ahora, tantos años después, no porque obviamente me haya hecho con el paso del tiempo más ermitaña, sino pensando en lo difíciles que somos de prever. No hay manera de averiguar por qué te gusta lo que te gusta. Por qué te atrae quien te atrae. No puedes elegir.

 

Pensaba en los prejuicios que tenemos, también. Hoy se han sentado a mi lado en el Metro dos chavales con los que a simple vista tampoco tengo absolutamente nada en común. Aspecto de pandilleros, quinquis con ganas de marcha. Uno iba con la música en el móvil a todo volumen, pero al verme con un libro, enseguida el otro le ha dicho: “baja eso, tío, ¿no ves que hay gente intentando leer?”. De inmediato ha bajado el volumen: “Es que como nos pasamos todo el día en el Metro me creo que es mi casa”.

4 comentarios

Cloe Andersen -

¿Ves? Son este tipo de destellos a los que me refiero. A veces un gesto así te devuelve la fe en la humanidad. Como los carnavales. Pero eso ya es otra historia.

Elena -

Es cierto, Marta, que también tú estás en mi relato, me alegra que también lo sientas! Otro abrazo nadador!

j.m. -

Letras asi son vida...vida y magnestismo.

marta -

Amiga, qué historia más linda! Nuestra amistad es fundamento de tu relato! Abrazo interoceánico!