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Alguien que anda por aquí

Yo tenía que haber sido Teresa

 

Como iba a nacer en Ávila, durante los nueve meses de embarazo todos me estuvieron llamando Teresita, algunos Maritere. Dicen que los principios marcan, así que imaginaos el trauma de estar nueve meses creyéndome Teresita y luego ver que en mi partida de nacimiento pone Elena. Eso puede ser el germen de un trastorno de personalidad por lo menos. Fue un repente de mi padre, a quien nunca le gustaron los nombres compuestos y no quiso discutir con el resto de mi familia durante todo el embarazo. Cuando fue a inscribirme en el registro civil, directamente le preguntó a mi madre: “¿cómo le pongo, Elena o Cristina?” “¡Maritere!”, tenía que haber contestado mi madre, pero con la sorpresa sólo acertó a decir “Elena”, y así me quedé. Y yo contenta, no creáis, un alivio no haber tenido unos padres hippies que me pusieran de nombre por ejemplo Nube o Río, eso crea demasiadas expectativas. Es fenomenal si sales artista y ya tienes un nombre que vuela o que fluye como el agua, un nombre que viene del verbo reír, pero resulta contraproducente si a la larga llevas una vida de funcionario.

Luego todo depende de las personas concretas que conozcas, a mí por ejemplo me gusta la palabra Rocío y me parece un bonito nombre pero una Rocío no me trae buenos recuerdos. Aunque al final todo es acostumbrar al oído, aún nos suenan exóticos y musicales nombres como Lluvia pero nadie piensa en el océano cuando conoce a una chica que se llama Mar. El nombre Sol para mí todavía mantiene su brillo, pero me sigue sonando cursi que alguien se llame Celeste, me parecen rotundas e intransigentes las que se llaman Montaña, enigmáticas las que responden al nombre de Camino.....

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