Un mundo feliz
Estoy contenta. Me pone de buen humor resolver gestiones, aunque odio hacerlas, porque en realidad, yo he nacido para ser marquesa. Ah, cómo sería tener a alguien que te resuelva los trámites por ejemplo con Hacienda (ya que soy autónoma y estoy sensible porque está acechándome la obligación de hacer la declaración trimestral, que dejaré para el último momento porque no sé funcionar yo sin estrés); alguien que vaya a comprarte el periódico por las mañanas para leerlo tranquilamente mientras desayunas en el balcón (el desayuno me lo haría yo, que tampoco hay que abusar); alguien que resuelva los papeleos del coche, que conduzca por mí cuando esté cansada, que me arregle la casa, el ordenador y sobre todo que vaya a la compra, porque odio aguantar colas y andar de un lado para el otro llenando el carro de las cosas que me entran por los ojos mientras olvido lo que apunté en la interminable lista que voy confeccionando a lo largo de la semana.
Alguien que haga por mí esas llamadas obligatorias (y sería genial si pudiera imitar a la perfección mi propia voz), que me dé masajes en la espalda, que revise y haga limpieza en mi correo electrónico del trabajo, que tiene ahora mismo acumula nada menos que 256 mensajes nuevos. Alguien que le quite el tic tac a los relojes, que me pone nerviosa, y que los retrase todos cuando haga falta para evitar que yo llegue tarde, porque no me gusta hacer esperar a la gente pero a menudo no puedo evitarlo.
Ya puestos, en mi marquesado yo tendría también a alguien que arregle siempre los malentendidos, que se enfrente por mí a los problemas y que me susurre al oído la mejor manera de empezar las conversaciones difíciles. En mi marquesado, existiría además la posibilidad de teletransportarse, pero sólo a veces, porque hay días luminosos en los que es una delicia llegar a los sitios dando un lento paseo, y mirar a la gente que pasa por la calle, y detenerse a inventarle formas a las nubes y aspirar el aire cuando huele a tierra mojada.
Quiero que huela siempre en mi marquesado a tierra mojada, y que haya tiempo siempre para tomarse un café con conversación, y donde la gente siempre sea amable y eficiente como los funcionarios que me encontré esta mañana cuando fui a resolver mis gestiones, los que me hicieron imaginar este mundo feliz.
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Mary -
marta -