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Alguien que anda por aquí

Sonata de una noche de verano

Hace una noche de verano en pleno mes de abril. En mi casa ha estado todo el día circulando el aire por las ventanas abiertas y ahora se respira silencio, la calma feliz tras un día excesivamente ajetreado. Es el mejor momento de una jornada que no ha sido mala, aunque no pase nada más.

Ahora no suenan los teléfonos, no llegan correos electrónicos, no hay atascos, no hay visitas, y en mitad de la noche disfruto parándome a pensar, aunque mi cabeza lleve todo el día funcionando sin tregua. Tenía para esta noche dos planes estupendos que se han caído por el propio peso del ajetreo diario, pero no importa porque la calle huele a noche de verano, alguien ha encendido una luz en la azotea de enfrente y me siento acompañada por ese trasnochador anónimo que intuyo leyendo desde mi balcón. No pasa nada más.

Me siento en un estado parecido al del día que me reconcilié con Madrid después de regresar del paraíso de unas vacaciones en la playa. Llevaba dos días lejos del mar y seguía detestando esta ciudad febril y ruidosa, pero se me pasaron todos los males mientras me tomaba un tazón de frostis en la terraza: Me reconcilié con Madrid en el mismo instante en que vi atravesando el cielo en mitad de la noche una estrella fugaz.

Desde mi casa nueva no alcanzo a ver las estrellas pero me llega el brillo. Hay una novela que habla de amor esperándome en la cama y no quiero que pase (ahora por mi cabeza) nada más.

 

1 comentario

David Fergar -

Por fin! ya echaba yo de menos algo de la auténtica Elena! porque de qué clase te compres los huevos me toca los idems! jeje, no, es broma, es tb muy divertido. Pero a mí me gustan estos textos. Evocadores. Que me hacen poner melancólico por no haber tenido la oportunidad de disfrutar Madrid como yo hubiera querido. Esa ciudad invivible, pero insustituible