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Alguien que anda por aquí

Confidencias de tocador

Voy a dejarlo escrito de una vez por todas para que los chicos del mundo dejen de bromear y fantasear con un asunto tan serio: Es rotundamente cierto que las chicas no somos capaces de ir al baño de una discoteca si no es al menos de dos en dos. Tenemos múltiples motivos para ello que paso a detallar a continuación:

Primero (la razón que nos atrevemos a confesaros cada vez que nos preguntáis) porque siempre hay una cola espantosa de chicas esperando para entrar en el baño y necesitamos entretenimiento.

Segundo (también os daremos esta razón si no os convence la anterior respuesta) por motivos puramente prácticos: a priori, necesitamos a alguien de confianza al lado para que nos sujete el bolso y la copa, para que nos preste kleenex o para que haga guardia en la puerta si no cierra, y a posteriori, para que nos diga qué tal nos queda el vestido, nos arregle el maquillaje, nos preste el pintalabios, etcétera.

Tercero (lo que nunca nos atreveremos a confesar en voz alta) porque de camino al baño aprovechamos para observar cómo está el mercado para hacer fichajes y es conveniente a altas horas de la noche tener una segunda e incluso tercera opinión.

Ahora viene la razón más importante, que voy a soltar a bocajarro aún a riesgo de ganarme enemigas: la mayoría de las veces es mentira que nos entren ganas de ir al baño a la vez. Es sólo una excusa para cotillear sin tanto ruido y sin chicos cerca. O una huida para dar esquinazo al ligón de turno. O un complot de todas las que se han ido al baño para dejar a solas a la amiga con el chico que le gusta, al que lleva un rato (o meses) rondando esperando a que se tercie la Ocasión, con mayúsculas. Claro que si finalmente se conjugan favorablemente los astros y la Ocasión se tercia, será necesaria una segunda expedición al baño con la susodicha para que se desahogue ella y nuestra curiosidad, que un sábado por la noche no tiene límites.

Dichas todas estas verdades, ha llegado el momento de reconocer también públicamente que se han dado casos de especímenes del universo femenino que han sido capaces de ir solas al baño de una discoteca, pero en la mayoría de los casos de estudio se ha observado una tendencia a entablar relaciones interpersonales en el propio baño, fuera del ámbito de amistades con el que comenzó la noche. Está demostrada la capacidad de las féminas para entablar relaciones de amistad lejos de la manada. Prueba de ello son las miradas y sonrisas cómplices de las que esperan, las conversaciones banales que se mantienen en los instantes previos a alcanzar la puerta de nuestros deseos y la generosidad con la que responden a las que se atreven a pedir a una desconocida un pañuelo de papel, entre otros gestos observados destacables.

Pero siempre hay mujeres que se salen de la norma, seres excepcionales que han sido capaces de llegar más allá. Ayer sábado, sin ir más lejos, fui testigo presencial de un prodigioso enaltecimiento de la amistad. Desde sus orígenes hasta sus más altas cumbres, observé que es posible pasar de 0 a 100 en el tiempo que tardan tres chicas en entrar en el baño.

El surgimiento y desarrollo de una amistad a veces experimenta procesos insospechados. Comprobé que mi objeto de estudio fue capaz realizar una transición de pensamiento a una velocidad inaudita, pasando de pensar “esa chica que está detrás de la puerta es una completa desconocida, su cara no me suena absolutamente de nada y creo que ni siquiera mañana seré capaz de recordarla” hasta llegar a decir “tía, pero qué maja eres, te quiero un montón, me has salvado la vida, ven que te doy un abrazo”.

La abrazada en cuestión era una chica que mientras estaba detrás de la puerta del baño porque ya le había llegado su turno, escuchó los lamentos de la que posteriormente sería su abrazadora y, en un arranque de solidaridad femenina con pocos precedentes, se dispuso a obligarla a dejar de llorar, ofreciéndose a presentarle a siete chicos que estaban pululando junto a su grupo de amigas, porque seguro que alguno de los siete conseguía que ella se olvidara del que le provocó las lágrimas. La efectividad de la vieja técnica del clavo que quita a otro clavo quedó fuera del objeto de este estudio.

1 comentario

Ana Cano -

Me he reído un montón.
Me encanta leerte.