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Alguien que anda por aquí

Profesores que marcaron nuestras vidas

Yo tenía una profesora en preescolar que estaba encantada conmigo, tanto que le pidió a mi madre una foto para recordarme cuando terminaron las clases. Mi madre siempre lo recuerda emocionada, y yo siempre escucho la anécdota sorprendida, sobre todo porque en 'parvulitos', que yo recuerde, sólo se hacen dibujos y manualidades, que siempre se me han dado fatal. Será que yo era una niña graciosa, aunque no guardo apenas recuerdos de aquella época. Sólo que una vez se me ocurrió llamarla “pequeñaja”, que era lo que me llamaban a mí en aquella época (quién lo diría ahora con mi metro ochenta). Se lo repetí porque me debía hacer gracia la palabra, y no entendí nada cuando ella me dio un abrazo de oso, soltando grandes risotadas.

También recuerdo otra vez que me hice la dormida después de la siesta que nos echábamos sobre unos cojines y la alfombra de la clase, para ver si se repetía lo que había pasado el día anterior, cuando una niña se quedó dormida “como un angelito” y la profesora le dejó junto al cojín una bolsa de chucherías para sorprenderla al despertarse. Al día siguiente ya no había golosinas, y me tuve que levantar de mala gana al ver que no había movimientos cariñosos a mi alrededor.

A quien sí recuerdo perfectamente es a mi profesor de 5º de EGB, el único hombre en aquel colegio de monjas. Éramos la envidia de todas las clases con nuestro profesor joven, amable, cariñoso y guapo, que montó un escándalo en Carnavales al ir corriendo por los pasillos del colegio disfrazado de monstruo, pegando sustos.

Evidentemente, todas estábamos enamoradas de él, pero también los chicos de la clase le adoraban, porque tenía un modo cercano y divertido de enseñar no sólo las materias sino sobre todo, al hablarnos de las cosas importantes de la vida. Se inventó incluso una hora de “prensa” a la semana, en la que nos explicaba las noticias que recortábamos de los periódicos y no entendíamos.

De él me he acordado especialmente esta mañana cuando he leído una cartulina colgada en un colegio de Móstoles:

"Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía".


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