Esa gente que te hace la vida más agradable
Él nunca lo sabrá, pero lo que más he lamentado al cambiar de barrio es dejar de ver a Katzi todos los días. Katzi es un chico de Bangladesh que tiene una frutería en la esquina de mi antigua calle y un sol en la cara. Salió de su país con la idea de comerse el mundo: su frutería se llama “Katzi Business Group”, y así persigue su sueño: Trabaja diariamente hasta la medianoche y saluda absolutamente a todo el mundo desde su caja registradora con la sonrisa más amplia que nunca he visto y un “buenos días, qué tal, cómo estás, ¿todo bien? Me alegro”, aunque estés cruzando sin pararte desde la acera de enfrente.
Es increíble que pueda estar cobrando a alguien, pesando la fruta a otro y dándose cuenta de que ha pasado un vecino a la vez. Sabe muy poco español, pero lo intenta. Escoge siempre las mejores frutas para ti, y redondea el precio a la baja para no llenarte de calderilla. Es incómoda y de aspecto sucio su frutería, pero no hay una tienda mejor en todo Madrid, sólo porque la regenta un tipo que tiene esa luz en la cara, que sonríe tanto con los ojos y con la boca y con todos los músculos de su rostro.
Pero en mi nuevo barrio también he encontrado a alguien así. Es chino, se hace llamar Santi, tiene una tienda de las de todo a cien y una broma para cada uno de sus clientes. No he conocido en mi vida a un chino más sociable que Santi. Hasta límites insospechados, se entretiene en hablar con todo el mundo y todo el mundo le quiere, incluso cuando les toma el pelo. El otro día por ejemplo un señor se estaba haciendo un lío con unas herramientas que quería comprar y Santi le dijo: “Ay Manolete, si no sabes torear pa qué te metes”, con acento chino, claro.
A las madres que compran material escolar para sus hijos, Santi les dice que les puede hacer un descuento si le devuelven los cuadernos gastados. Si vas a comprar aguja e hilo para coser, Santi te dice que las cosas hoy en día no se zurcen, se tiran y se compran otras nuevas, o que mejor que comprar abono para las plantas es que suba él a tu casa a cantarles una canción china que se sabe él para que florezcan rápido. Cómo no salir de estas dos tiendas con una sonrisa en la cara.
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