En el mejor de los mundos posibles
En el mejor de los mundos posibles, todas las personas sonríen amablemente por las calles, todo funciona siempre a las mil maravillas y el coche nunca te deja tirada.
En este mundo no, claro, no es perfecto, pero a veces juega a ser el reflejo de ese mundo ideal. Es entonces cuando el coche te deja tirada en el mejor de los escenarios posibles: no en un descampado rodeada de ovejas a punto de ser esquiladas sino al lado de una estación de metro donde se está celebrando un recital poético musical, rodeada de buena gente con ánimo de fiesta y ganas de ayudar al prójimo, o sea yo, tan perdida que no sabía ni siquiera si mi coche tenía pinzas ni qué aspecto tienen para ponerme a buscarlas en el maletero lleno de trastos.
Pero ahí había uno, dos, tres gentiles caballeros dispuestos a echar una mano (al capó del coche para empujarlo), todo el que pasaba me preguntaba qué tal iba la cosa, había música y baile y poesías y cerveza para todos, así que no era posible estar de mal humor, nerviosa o impaciente mientras esperaba al mecánico y luego a la grúa a pesar de que me he quedado sin coche justo en un día de fiesta, vete a saber cuándo me lo devuelven y cuánto me costará la avería, porque en este Día de la Hispanidad he vivido mi propio desfile de música y palabras, desfile de personas amables que han logrado que hoy al menos este mundo se parezca al mejor de los mundos posibles.
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